«Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.» – Juan 15:5 RVR60

Es una vida de dependencia absoluta.

El pámpano (la rama) no tiene nada; simplemente depende de la vid para todo. La consideración de esta dependencia absoluta es una de las más solemnes y preciosas.
Un gran teólogo alemán escribió hace algunos años, dos gruesos volúmenes para probar que toda la teología se resume en el solo principio de la dependencia de Dios, y tuvo razón.

Otro autor ha dicho que la dependencia absoluta e inalterable de Dios solo es la esencia de los ángeles y debería ser también la de los hombres. Dios lo es todo para los ángeles, y quieres serlo para el cristiano. Si puedo aprender a depender de Dios en todo momento, todo saldrá bien. Alcanzaré la vida más alta si dependo absolutamente de Dios.

Esta es la dependencia que encontramos en el caso de la vid y los pámpanos.
Que cada vid que ve y racimo de uvas que llegue a su mesa, le recuerde que el pámpano depende absolutamente de la vid. Es la vid la que tiene que hacer el trabajo, y el pámpano se goza en su fruto.

Esto es literalmente verdad en cuanto al Señor Jesús.

¿Debo entender que cuando yo tengo que trabajar, cuando tengo que dar una clase bíblica o ir a visitar a los pobres y enfermos, evangelizar; toda la responsabilidad del trabajo es de Cristo?
Esto es exactamente lo que Cristo quiere que entienda, Cristo quiere que el fundamento mismo de todo su trabajo sea la simple y bendita conciencia de que ÉL tiene que encargarse de todo.

¿Y cómo satisface Cristo la confianza implícita en esta dependencia? Enviando al Espíritu Santo, no de vez en cuando como un don especial, porque recuerde que la relación entre la vid y los pámpanos es tal que esa conexión vital se mantiene en ellos hora tras hora y día tras día sin cesar.

La savia no corre cierto tramo, luego se detiene y después vuelve a correr, sino que corre ininterrumpidamente de la vid a sus ramas. De la misma manera el Señor Jesucristo quiere que yo tome esa bendita posición en mi trabajo, y que mañana tras mañana, día tras día, hora tras hora y paso por paso, en todo lo que tengo que hacer, me mantenga ante Él en la simple impotencia de quien no sabe nada y no puede nada.

Si yo soy algo, Dios no lo es todo para mí; pero cuando yo me convierto en nada, Dios puede ser todo, y el Dios Eterno en Cristo puede revelarse plenamente en mí. Esa es la vida más alta.
Tenemos que convertirnos en nada. Los serafines y querubines son llamas de fuego porque saben que son nada y dejan que Dios ponga en ellos su plenitud, su gloria y su esplendor.

La dependencia absoluta de Dios es el secreto de todo poder en la obra. El pámpano no tiene nada sino lo que recibe de la vid, y usted y yo no podemos tener nada sino lo que recibimos de Jesús.


Dios te guarde y llene de bendiciones.

H. Ricardo Proaño G.
@HRICPG

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** A exepción de los textos bíblicos tomados de diferentes versiones, los cuales están espcíficados, ésta es una publicación de derechos reservados escrita por H. Ricardo Proaño G. – HRICPG

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