Y aquel Verbo fue hecho carne, y habito entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

EL MESIAS EN OVEROL

Cuando Jesús andaba por esta tierra, no se podía ver su gloria a simple vista, aunque sus palabras y sus hechos testificaban de su divinidad.

Imaginémonos que estamos invitados a una gran boda, en el palacio de un gran rey. Por supuesto vestimos nuestro mejor traje y corbata.

En el camino se nos pincha una llanta del auto. Para no manchar mi ropa fina y limpia, me pongo un overol para cambiar la llanta. Con este overol, cualquiera que pasa y mira me toma por un mecánico, no por un invitado especial a una boda. Después de terminar el trabajo sucio, me quito el overol, esta prenda de trabajo que nos cubre por entero y el señor elegante sale nuevamente a la luz.

De la misma manera, Jesús en su overol humano parecía un carpintero común, pero no el Hijo de Dios. En un momento especial, Jesús mostro algo más de su gloria a sus tres discípulos más cercanos. En el monte de la transfiguración abrió – por decir así – un poco la cremallera de su overol y salió a relucir como él era en realidad.

En Mateo 17: 2 dice, y se transfiguro delante de ellos y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Más tarde Juan lo describe así: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habito entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

En Cristo habita toda la plenitud de Dios en un cuerpo humano, (Colosenses 2: 9), él quiere hacernos partícipes de esta gloria. Realmente vale la pena entregarle a Él sin reservas todo nuestro ser.

 

Dios le guarde en Su amor y le llene de bendiciones.
H. Ricardo Proaño G.
@HRICPG